viernes, 29 de enero de 2016

¿Y el texto?

Estás en tu habitación viendo sin interés la televisión, mirando de reojo y de cuando en cuando tu teléfono celular, pero sin animarte a iluminar la pantalla; te acurrucas, miras sin ver un punto fijo y en cuanto sientes la vibración que precede al timbre que te indica la existencia de un mensaje nuevo, saltas para tomar el aparato y encenderlo. ¡Un mensaje, al fin!

Recibir mensajes de la persona en la cual estás pensando (y otras que no piensas tanto) siempre es un alivio para el temor de ser olvidada o dejada de lado. Un saludo, un estúpido emoticon, una pregunta, cualquier mensaje por pequeño que sea es perfecto.

Pero siempre debe haber reciprocidad, ¿quién dice que eres tú la única persona con ese sentimiento de esperanza?



La montaña rusa, el interés y los textos



A veces me es difícil contestar los mensajes, pero usualmente lo hago de manera rápida, pues me gustan las respuestas al instante, denota interés y el interés lo es todo (hablando de una manera sana). Y sé que a muchas nos pasa.

Haciendo un recuento de esa bonita y a veces no tan agradable experiencia de recibir mensajes de texto, a más de una nos ha pasado esto... o algo similar:

Al principio él te envía mensajes todas las mañanas: "¿Cómo estás?, ¿cómo amaneciste?", también envía por las tardes y por último se despide de ti en las noches. ¿No puede haber algo más bonito? Aquí es donde entra la reciprocidad, contestas rápido y envías mensajes cuando ya tiene rato de no compartir ni una sola palabra.

Pasan los días, una frase en el lugar correcto, dicha de la manera idónea, hace maravillas: "Hoy pensé en ti", y automáticamente tú empiezas a pensar MÁS en él, inevitable.

Los días pasan, los mensajes van disminuyendo: "Lo siento, tuve mucho trabajo", "tuve que salir", "vinieron mis amigos"... comienzas a pensar que el interés por su parte no era real, sólo una fantasía, un viento pasajero. A media noche suena tu teléfono: "¿Qué haces?"... es tonto, pero te forma una sonrisa. Tal vez esté aburrido o tal vez sí esté pensando en ti.

La tonta pregunta de la noche anterior te da lo que necesitas para tomar al toro por los cuernos y decidirte a dirigirlo todo. "Ahora seré yo quien envíe los mensajes", te dices a ti misma con total determinación y comienzas de inmediato: "Buenos días", "que tengas un buen día en el trabajo", "cuídate mucho", "¿ya comiste?", "descansa".

Pero entonces un puñetazo de indiferencia te golpea sin piedad y destruye toda decisión de intentarlo, de sacarlo a flote. Cinco horas para contestarte con un: "bien", "ok". ¿Eso es todo?, ¿en serio?

Respiras, viene el enojo. La furia se apodera lentamente de ti, las especulaciones, las venganzas estilo Tarantino vuelan por toda tu imaginación... ¿y si soy yo?, ¿y si es mi culpa? Entonces el arrepentimiento, la autoexploración, pero no encuentras nada. Obvio, casi nunca encontramos nada, pero es normal.

Después de pasar días de angustia, de estar en primera fila de esa montaña rusa llamada "texto", el viaje te empieza a parecer de lo más aburrido y sin ver cuándo te bajas, sin más daño.

¡Mira! Te envió un mensaje. Él: "¿Cómo estás?"... tú: "Bien".

lunes, 18 de enero de 2016

Titanio

¿Alguna vez han escuchado "Titanium" de David Guetta?... lo sé, la pregunta es idiota, porque sé que la han escuchado.

Este momento de mi vida podría encerrarlo justamente en ese pequeño lapso de poco más de cuatro minutos, y no es exactamente la letra, sino lo que me mueve dentro.

La canción comienza y la lírica cobra algo de sentido en mí, por conveniencia o porque tal vez realmente me he fortalecido. "You shoot me down but I won't fall..." porque soy fuerte, porque ya he vivido en silencio durante mucho tiempo, porque nada importa... o porque realmente no puedo levantar la voz y gritar.

Mi corazón late deprisa, las fuerzas se concentran en mis hombros, se mueven mis pies, cierro los ojos y la desesperación va creciendo a medida que llega el coro: "You shoot me down but I won't fall..." y exploto.

Dentro algo me empuja, me da velocidad, me marea. Quiero gritar, todo me da vueltas, el lenguaje se me escapa junto con las lágrimas, lucho contra todo, menos contra mi misma. Me cuestiono, me aplaco, me riño, pero nunca me perdono.

Tal vez es una falsa fortaleza la que me da esta canción, porque cada vez que la escucho revuelve todo en mí, lo vuelve confuso y, claro, lleno de matices, lleno...



domingo, 17 de enero de 2016

¿Feliz cumpleaños a quién?

Cuando era niña las fiestas infantiles eran lo máximo: desde el glorioso pastel de cumpleaños hasta el último de tus amigos con regalo en mano. Ser el centro de atención era lo significativo, aunque en ese momento no me daba del todo cuenta. Verlos a todos reunidos divirtiéndose por mi música, por mi pastel, por mis dulces, por mí.

Al entrar a la secundaria busqué igualmente celebrar mi cumpleaños, ¿quién no lo desea? Es una fecha especial o al menos así te hacen creer los primeros años de vida, es recordar el día más importante de tu vida: tu nacimiento... pero el día más importante de tu vida les vale un bledo a los demás y me di cuenta de eso al entrar a la pubertad. La primera vez fue decepcionante esperar durante horas y que al final únicamente apareciera una de mis compañeras y mi tía, pero los siguientes años no fue sorpresa que todo se repitiera una y otra vez. Secundaria, preparatoria... a nadie le importaba, pero yo jamás lo demostré.

En la universidad pensé en darle una última oportunidad a eso de las celebraciones de cumpleaños, ¡oh sorpresa! Nada cambió, sola como un agujero negro.

¿En qué momento deja de importarnos tanto la gente? Un día especial para ti no lo es para nadie... más que para ti, pero, ¿y la empatía?, ¿y el supuesto apoyo?

Ser callada no me ayuda en nada. Claro que soy una persona dura y cuando algo no me parece lo digo de frente, pero al tratarse de dolor me quedo callada. El silencio es mi mejor arma... contra mi misma. ¿Cómo puedo exigirle a alguien ser feliz por mí?, ¿por mis motivos?, ¿no es eso egoísta? Y me pasa con todo... cuando me titulé nadie me felicitó, nadie lo supo, era un logro para mí... pero sólo para mí.

Acostumbrarse es fácil, sentirse cómodo es aún más fácil... lo difícil es enfrentar esos recordatorios de la aún existencia de tu corazón, de tus deseos intangibles y ansiosos por ser reconocida y amada... tal vez admirada un poquito.

lunes, 4 de enero de 2016

¿Felicidad?

¿Alguna vez se han despertado con la respiración clara?, ¿los pensamientos tranquilos?, ¿una serenidad impenetrable? A eso yo le llamo felicidad.

De acuerdo con el diccionario de la RAE la felicidad es un "estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno".

Aristóteles nos dice que "la felicidad debe ser una actividad de acuerdo con la virtud de la mejor parte de nosotros mismos, es decir de la razón. La actividad que constituye la felicidad es teorética. Es la mejor actividad de que somos capaces, puesto que es el ejercicio de lo que hay mejor en nosotros, aporta un placer de una pureza y de una estabilidad asombrosas; es la que depende menos de otros hombres (la moral tiene necesidad de otros hombres como objeto de su actividad); sólo ella parece ser amada por sí misma (las acciones prácticas tienden a bienes que les sobrepasan); es el género de vida que debemos atribuirles a los dioses" [1].

Como es de esperarse de un diccionario, el significado de la palabra en sí queda totalmente limitado, sin embargo Aristóteles le da un sentido más amplio y mi parte favorita menciona que es la mejor actividad de la cual somos capaces y es la que menos depende de otros.

Cuando se trata de felicidad tengo muchas dudas, sobre todo porque aún ahora desconozco por completo de dónde viene, especialmente en esos momentos en los que de pronto, como si de una epifanía se tratase, me siento completa y plena. Esto puede suceder en cualquier momento y no está sujeto a una actividad en específico como recibir una buena noticia o una generosa cantidad de dinero, porque no negaremos que eso nos pone de buen humor.

No soy de las personas que se sienta a leer libros de superación personal o comparte en su muro de Facebook frases cursis acerca de la felicidad, pero hay algo de lo cual estoy por completo segura: la felicidad es individual, no todos la sentimos igual, no a todos nos llega igual, pero tenemos la opción de rechazarla cuando aparece y la capacidad de buscarla siempre que la necesitemos.

A veces despierto con este sentimiento de felicidad pura dentro de mí, es como si el universo entero fuera tan claro y yo poseyera todas las respuestas, las cuales obviamente no puedo expresar, pero no me molesta, porque están en mí y eso es más que suficiente. Cada vez que la felicidad me abraza de esa manera siento como si todo por lo cual he estado luchando en este mundo terrenal hubiese al fin germinado y fuera el fin de mi trabajo. No como una despedida del mundo, sino más como la meta máxima alcanzada, como si no existiera perfección más allá de lo que estoy viviendo en ese momento.

Es difícil explicarlo por la diferencia entre nosotros, pero si permanecemos abiertos y consciente todos podemos alcanzar la felicidad en algún momento, ya sea por un minuto, por unas horas o por el resto de nuestras vidas.


1.- "La teoría de la felicidad", El Laberinto y el Hilo de Ariadna http://filex.es/historia/aristoteles/52_la_teora_de_la_felicidad.html