Lo que yo creía inocente y hasta normal se ensaña ahora en grandes heridas a lo largo de mi alma. No puedo hacer nada sin antes pensar en servir, cuidar y proteger, aun cuando no hagan lo mismo para mí.
Me siento culpable por cada pequeño detalle, aun cuando sé que no lo he provocado yo, como cuando enferman o no tienen dinero.
Dejarlo todo y ponerles atención cuando hablan, a pesar de que cuando yo hablo se van y me dejan sola. Comprarles comida, aunque nunca compren comida para mí. Planear mis salidas para no afectarles, a pesar de que se marchan sin preguntar ni avisar, son partes de mi deber como hermana mayor.
Crecer con un bozal en la boca y ataduras en las manos han hecho que mi corazón se sienta herido y desesperado, porque crecí creyendo que mientras ellos estén bien, yo estoy bien... Y cuando se trata de mí, lo único válido es callarme y desaparecer.