jueves, 29 de diciembre de 2016

2016

La gente cambia en una vida, en un año, en una semana, un día... una fracción de segundo. No nos damos cuenta, y cuando lo hacemos en el inconsciente lo negamos, da miedo cambiar, da miedo enterarte que al final del día ya no eres la misma persona, con los mismos sentimientos y los mismos pensamientos.

Para mí éste fue un año de muchos cambios, a pesar de haber permanecido estática mientras todo se movía a mi alrededor.

Amanecí el 2016 entre los brazos de una nueva y posible ilusión, que se desvaneció al final de ese mismo día. Sin embargo me dejó la semilla en el corazón, un vago deseo de algo que no había considerado los pasados 31 años de mi vida. Deseo que sigue tambaleante a pesar de ya haber recorrido casi estos 366 días.

Y luego de aquel 1 de enero pasé los días metida en una densa neblina de redescubrimiento. ¿Quién soy?, ¿qué tanto me gusta esto que soy?, ¿quiero seguir siendo así?, si cambio, ¿no me rechazaré a mí misma?

Los cambios me dan miedo, moverme entre la gente, que vean distinto, un comentario fuera de lugar, una mirada distinta. Pero una vez que doy el primer paso, los demás se tornan fáciles.

La sombra también se hizo presente, problemas de salud entre mi familia, anímicos, han abrasado mi alma hasta dejarla chamuscada de nuevo, como hace años. Y la partida de Orión, tan fortuita e inexplicable, fue lo que terminó por partirme en miles de pedazos, los cuales aún estoy recogiendo, en silencio, como suelo hacer las cosas.

Nadie lo supo, aún lloro cuando lo recuerdo, preguntándome por qué se alejan de mí los seres que hacen mi vida más feliz y divertida. Somos ellos y yo, yo y ellos.

Y no es que sólo ellos le pongan el color a mi vida, también hay seres humanos importantes en ella. Este año he intentado aprender de ellos, de sus ilusiones y sus fracasos, de sus caídas y sus gozos, de sus éxitos, de sus sueños para buscar los míos.

Sí, éste fue un año de cambios, de moverme en circúlos, de altos y bajos, de corazones dañados, de cabezas quebradas, de sonrisas salvavidas.

Este año me dejó rasguños, heridas, fragmentos, abrazos, marcas nuevas. Pero sobre todo, me dejó el deseo de levantarme y comenzar corriendo el próximo año, con la mejor actitud, porque a pesar de todo estoy viva, y si lo estoy debo dar lo mejor de mí para ser la mejor mujer viva de mi entorno.

Así que estos últimos días intentaré sanar todo lo que pueda, reconciliarme, darme espacio y valor para no detenerme.

2017, eres mi nuevo comienzo.

sábado, 18 de junio de 2016

Tener hipotiroidismo

Estoy enferma.

Es difícil admitir una enfermedad cuando lo que padeces parece totalmente ridículo por los síntomas que se presentan, especialmente en una cultura como la mía: mexicana norteña.

Problemas para tragar, intolerante al frío, ataques de pánico, estrés, sin mencionar los síntomas físicos, no son más que sinónimos de una persona muy mimada, que quiere llamar la atención o alguien que no sabe controlarse... pero no soy yo, es mi enfermedad.

Mientras escribo esto me encuentro en la oficina, justo en medio de mis dos compañeros, quienes están absortos en sus asuntos. He puesto la música alta en mis oídos, Cerati intenta suavizar esto que siento en este momento, lo cual es difícil de explicar, es como si te estiraran la piel de la espalda lentamente para ver si así lo que tienes dentro de tu cuerpo al fin queda a gusto, pero no encuentra el tamaño indicado. Mis hombros están por completo contraídos, cansados, el peso más allá del mundo está sobre ellos y yo ni siquiera lo comprendo. Mis manos cansadas cosquillean. Mi pecho se siente vacío, mucho muy vacío y a veces imagino como si guardara dentro un agujero negro que sólo se está tragando todo, me lleva lentamente. Intento llenar ese vacío con aire, pero no me alcanza y respiro rápido, más rápido, más rápido... nada cambia. Mantengo las piernas quietas, buscando que los síntomas no las alcancen, al menos así podré correr de mí de ser necesario. El nudo en la garganta intenta apretar con fuerza para sacarme las lágrimas.

No tengo un motivo para sentirme así, mi vida está bien.

Estoy enferma y se llama hipotiroidismo. Tengo esto desde hace veinte años ya, apenas era una niña en camino hacia los años más difíciles de su vida cuando me lo descubrieron, sin embargo hace apenas unos años aprendí que mi enfermedad no es una ridiculez ni tengo por qué sentirme avergonzada, pero a veces es difícil abrazar esta realidad.

Levanto las barreras con la música para que no se me acerque nadie, para tranquilizarme yo sola. Respiro o lo intento, no pienso, no me muevo, bebo agua para ocuparme además de todo el trabajo que tengo hoy, pero lo que más me gustaría sería un abrazo sin preguntas ni alegatos, eso es todo.

Tener hipotiroidismo o hipertiroidismo no es ser una histérica exagerada, tampoco es querer llamar la atención, es sobrevivir a nosotros mismos, a nuestros cuerpos y emociones, e intentar ser felices a pesar de que cada día es todo un reto.

viernes, 3 de junio de 2016

La mujer que no ha amado

Las mariposas en el estómago, el pensarle todo el tiempo, la necesidad de verlo, sonreír por el sonido de su voz, despertar sólo por querer verle son conceptos totalmente ajenos para una persona que hasta ahora no ha amado.

'Enamórate' le han repetido una y otra vez, pero ella se pregunta si es así de fácil... y si lo es, ¿por qué no ha pasado?

Chica conoce a chico, la conversación fluye, las sonrisas, las atenciones mutuas, de alguna manera todo eso se vuelve el amor y las emociones se tienen a flor de piel, con todo y problemas porque está consciente de eso. Conoce la teoría, lo ha visto muchas veces, ¿quién no? Estamos rodeados de romance, de tragedia, de comienzos y finales... pero no de limbos.

Lo intentó, persona equivocada, momento equivocado. ¿Ahora? A veces siente la necesidad, pero casi siempre se esconde en lo ficticio, en lo lejano a ella, en lo imaginario e irreal: mucho más cómodo, supone.

'Enamórate'... parece tan fácil. Pero como cuando te repites la misma palabra una y otra vez, el pensar tanto en el amor para ella pierde sentido y significado.

La mujer que no ha amado.

sábado, 26 de marzo de 2016

De religión y opiniones

Me gustan mucho las celebraciones religiosas. Soy católica y aunque no soy de esas que va a la iglesia y definitivamente me gusta cuestionar esto y aquello, agradezco infinitamente a mis padres el haberme inculcado la religión durante toda mi vida.

Estamos en Semana Santa y el ambiente que se vive en el aire te acaricia el corazón aunque no te des cuenta, pero no sólo por el significado, sino por la energía que en estos días envuelve a la mayoría de las personas. La festividad, el descanso, la emotividad de la representación de la pasión y muerte de Jesucristo se envuelven en personas de diferentes religiones y creencias para hacer un solo cúmulo de energía positiva que te abraza suavemente de tanto en tanto. No sé si alguien lo nota o sólo es mi impresión.

Hablar de religión siempre es difícil y lo comprendo, yo misma he sufrido mis altibajos emocionales en cuanto a este tema, pero el tiempo me ha dado el respingo de madurez que necesito para analizar cada situación de diferentes perspectivas y no sólo quedarme en una sola y cortante respuesta.

En mi caso la institución eclesiástica como tal no me da mucha confianza, la soberbia de los padres, la opulencia de la sede religiosa, la mala actitud de aquellos quienes se sienten más cercanos a los padres me hacen pensar que, a pesar de la naturaleza de la religión, el poder sigue siendo poder y el humano es corruptible siempre.

Sin embargo cuando la gente menciona que no les darán a los niños la educación religiosa hasta que ellos decidan hacerlo en una edad en la que tengan la madurez suficiente, siento que cometen un tremendo error. Es indudable que la religión da a los niños ciertos valores que las familias a veces olvidan mostrar, además de otorgar los beneficios de la oración, como la energía positiva y la sensibilidad que transmite.

Luz es luz, no importa de dónde venga, y la luz nos hace humanos... pero ésa es sólo mi opinión.

viernes, 29 de enero de 2016

¿Y el texto?

Estás en tu habitación viendo sin interés la televisión, mirando de reojo y de cuando en cuando tu teléfono celular, pero sin animarte a iluminar la pantalla; te acurrucas, miras sin ver un punto fijo y en cuanto sientes la vibración que precede al timbre que te indica la existencia de un mensaje nuevo, saltas para tomar el aparato y encenderlo. ¡Un mensaje, al fin!

Recibir mensajes de la persona en la cual estás pensando (y otras que no piensas tanto) siempre es un alivio para el temor de ser olvidada o dejada de lado. Un saludo, un estúpido emoticon, una pregunta, cualquier mensaje por pequeño que sea es perfecto.

Pero siempre debe haber reciprocidad, ¿quién dice que eres tú la única persona con ese sentimiento de esperanza?



La montaña rusa, el interés y los textos



A veces me es difícil contestar los mensajes, pero usualmente lo hago de manera rápida, pues me gustan las respuestas al instante, denota interés y el interés lo es todo (hablando de una manera sana). Y sé que a muchas nos pasa.

Haciendo un recuento de esa bonita y a veces no tan agradable experiencia de recibir mensajes de texto, a más de una nos ha pasado esto... o algo similar:

Al principio él te envía mensajes todas las mañanas: "¿Cómo estás?, ¿cómo amaneciste?", también envía por las tardes y por último se despide de ti en las noches. ¿No puede haber algo más bonito? Aquí es donde entra la reciprocidad, contestas rápido y envías mensajes cuando ya tiene rato de no compartir ni una sola palabra.

Pasan los días, una frase en el lugar correcto, dicha de la manera idónea, hace maravillas: "Hoy pensé en ti", y automáticamente tú empiezas a pensar MÁS en él, inevitable.

Los días pasan, los mensajes van disminuyendo: "Lo siento, tuve mucho trabajo", "tuve que salir", "vinieron mis amigos"... comienzas a pensar que el interés por su parte no era real, sólo una fantasía, un viento pasajero. A media noche suena tu teléfono: "¿Qué haces?"... es tonto, pero te forma una sonrisa. Tal vez esté aburrido o tal vez sí esté pensando en ti.

La tonta pregunta de la noche anterior te da lo que necesitas para tomar al toro por los cuernos y decidirte a dirigirlo todo. "Ahora seré yo quien envíe los mensajes", te dices a ti misma con total determinación y comienzas de inmediato: "Buenos días", "que tengas un buen día en el trabajo", "cuídate mucho", "¿ya comiste?", "descansa".

Pero entonces un puñetazo de indiferencia te golpea sin piedad y destruye toda decisión de intentarlo, de sacarlo a flote. Cinco horas para contestarte con un: "bien", "ok". ¿Eso es todo?, ¿en serio?

Respiras, viene el enojo. La furia se apodera lentamente de ti, las especulaciones, las venganzas estilo Tarantino vuelan por toda tu imaginación... ¿y si soy yo?, ¿y si es mi culpa? Entonces el arrepentimiento, la autoexploración, pero no encuentras nada. Obvio, casi nunca encontramos nada, pero es normal.

Después de pasar días de angustia, de estar en primera fila de esa montaña rusa llamada "texto", el viaje te empieza a parecer de lo más aburrido y sin ver cuándo te bajas, sin más daño.

¡Mira! Te envió un mensaje. Él: "¿Cómo estás?"... tú: "Bien".

lunes, 18 de enero de 2016

Titanio

¿Alguna vez han escuchado "Titanium" de David Guetta?... lo sé, la pregunta es idiota, porque sé que la han escuchado.

Este momento de mi vida podría encerrarlo justamente en ese pequeño lapso de poco más de cuatro minutos, y no es exactamente la letra, sino lo que me mueve dentro.

La canción comienza y la lírica cobra algo de sentido en mí, por conveniencia o porque tal vez realmente me he fortalecido. "You shoot me down but I won't fall..." porque soy fuerte, porque ya he vivido en silencio durante mucho tiempo, porque nada importa... o porque realmente no puedo levantar la voz y gritar.

Mi corazón late deprisa, las fuerzas se concentran en mis hombros, se mueven mis pies, cierro los ojos y la desesperación va creciendo a medida que llega el coro: "You shoot me down but I won't fall..." y exploto.

Dentro algo me empuja, me da velocidad, me marea. Quiero gritar, todo me da vueltas, el lenguaje se me escapa junto con las lágrimas, lucho contra todo, menos contra mi misma. Me cuestiono, me aplaco, me riño, pero nunca me perdono.

Tal vez es una falsa fortaleza la que me da esta canción, porque cada vez que la escucho revuelve todo en mí, lo vuelve confuso y, claro, lleno de matices, lleno...



domingo, 17 de enero de 2016

¿Feliz cumpleaños a quién?

Cuando era niña las fiestas infantiles eran lo máximo: desde el glorioso pastel de cumpleaños hasta el último de tus amigos con regalo en mano. Ser el centro de atención era lo significativo, aunque en ese momento no me daba del todo cuenta. Verlos a todos reunidos divirtiéndose por mi música, por mi pastel, por mis dulces, por mí.

Al entrar a la secundaria busqué igualmente celebrar mi cumpleaños, ¿quién no lo desea? Es una fecha especial o al menos así te hacen creer los primeros años de vida, es recordar el día más importante de tu vida: tu nacimiento... pero el día más importante de tu vida les vale un bledo a los demás y me di cuenta de eso al entrar a la pubertad. La primera vez fue decepcionante esperar durante horas y que al final únicamente apareciera una de mis compañeras y mi tía, pero los siguientes años no fue sorpresa que todo se repitiera una y otra vez. Secundaria, preparatoria... a nadie le importaba, pero yo jamás lo demostré.

En la universidad pensé en darle una última oportunidad a eso de las celebraciones de cumpleaños, ¡oh sorpresa! Nada cambió, sola como un agujero negro.

¿En qué momento deja de importarnos tanto la gente? Un día especial para ti no lo es para nadie... más que para ti, pero, ¿y la empatía?, ¿y el supuesto apoyo?

Ser callada no me ayuda en nada. Claro que soy una persona dura y cuando algo no me parece lo digo de frente, pero al tratarse de dolor me quedo callada. El silencio es mi mejor arma... contra mi misma. ¿Cómo puedo exigirle a alguien ser feliz por mí?, ¿por mis motivos?, ¿no es eso egoísta? Y me pasa con todo... cuando me titulé nadie me felicitó, nadie lo supo, era un logro para mí... pero sólo para mí.

Acostumbrarse es fácil, sentirse cómodo es aún más fácil... lo difícil es enfrentar esos recordatorios de la aún existencia de tu corazón, de tus deseos intangibles y ansiosos por ser reconocida y amada... tal vez admirada un poquito.

lunes, 4 de enero de 2016

¿Felicidad?

¿Alguna vez se han despertado con la respiración clara?, ¿los pensamientos tranquilos?, ¿una serenidad impenetrable? A eso yo le llamo felicidad.

De acuerdo con el diccionario de la RAE la felicidad es un "estado de ánimo de la persona que se siente plenamente satisfecha por gozar de lo que desea o por disfrutar de algo bueno".

Aristóteles nos dice que "la felicidad debe ser una actividad de acuerdo con la virtud de la mejor parte de nosotros mismos, es decir de la razón. La actividad que constituye la felicidad es teorética. Es la mejor actividad de que somos capaces, puesto que es el ejercicio de lo que hay mejor en nosotros, aporta un placer de una pureza y de una estabilidad asombrosas; es la que depende menos de otros hombres (la moral tiene necesidad de otros hombres como objeto de su actividad); sólo ella parece ser amada por sí misma (las acciones prácticas tienden a bienes que les sobrepasan); es el género de vida que debemos atribuirles a los dioses" [1].

Como es de esperarse de un diccionario, el significado de la palabra en sí queda totalmente limitado, sin embargo Aristóteles le da un sentido más amplio y mi parte favorita menciona que es la mejor actividad de la cual somos capaces y es la que menos depende de otros.

Cuando se trata de felicidad tengo muchas dudas, sobre todo porque aún ahora desconozco por completo de dónde viene, especialmente en esos momentos en los que de pronto, como si de una epifanía se tratase, me siento completa y plena. Esto puede suceder en cualquier momento y no está sujeto a una actividad en específico como recibir una buena noticia o una generosa cantidad de dinero, porque no negaremos que eso nos pone de buen humor.

No soy de las personas que se sienta a leer libros de superación personal o comparte en su muro de Facebook frases cursis acerca de la felicidad, pero hay algo de lo cual estoy por completo segura: la felicidad es individual, no todos la sentimos igual, no a todos nos llega igual, pero tenemos la opción de rechazarla cuando aparece y la capacidad de buscarla siempre que la necesitemos.

A veces despierto con este sentimiento de felicidad pura dentro de mí, es como si el universo entero fuera tan claro y yo poseyera todas las respuestas, las cuales obviamente no puedo expresar, pero no me molesta, porque están en mí y eso es más que suficiente. Cada vez que la felicidad me abraza de esa manera siento como si todo por lo cual he estado luchando en este mundo terrenal hubiese al fin germinado y fuera el fin de mi trabajo. No como una despedida del mundo, sino más como la meta máxima alcanzada, como si no existiera perfección más allá de lo que estoy viviendo en ese momento.

Es difícil explicarlo por la diferencia entre nosotros, pero si permanecemos abiertos y consciente todos podemos alcanzar la felicidad en algún momento, ya sea por un minuto, por unas horas o por el resto de nuestras vidas.


1.- "La teoría de la felicidad", El Laberinto y el Hilo de Ariadna http://filex.es/historia/aristoteles/52_la_teora_de_la_felicidad.html